sábado, 21 de febrero de 2009

CUANDO NADIE DICE LA VERDAD SOBRE LA CRISIS ECONÓMICA

Por qué los académicos suelen errar en economía

por Lyndon H. LaRouche

Una consternación creciente agita a la prensa internacional, en círculos importantes de gobierno de Estados Unidos de América, de Europa Central y Occidental, de Rusia, de China y del mundo en general. A despecho suyo, dichos círculos empiezan a comprender que prácticamente nada de esencia decisiva ha ocurrido en esas tendencias de la economía mundial en general que yo no haya pronosticado en la videoconferencia internacional que di por internet el 25 de julio de 2007.
Entre las fuerzas del mal que aún parecen regir a algunas potencias gobernantes del mundo, impera ahora la sensación paulatina de que, si fuera posible, destruirían al profeta, pero entonces la profecía los destruiría a ellos.
Lo que pronostiqué el 25 de julio de 2007 fue una crisis de desintegración general, que advertí se desenvolvería para fines de ese mes. Tres días después de esa videoconferencia empezó la desintegración del actual sistema monetario mundial, tal como lo advertí. Desde entonces, la voz de alarma de que una tragedia global se propaga entre las naciones de este planeta se escuchó aquí, luego allá, y después acullá, cada vez con más fuerza, con una resonancia creciente, una resonancia que atenaza al planeta entero.
A partir de ese momento, la crisis global de desintegración física general en marcha del actual sistema monetario-financiero del mundo no ha dejado de empeorar. Se torna cada vez más fea, amplia, honda y profunda, y, para quienes se han considerado las fuerzas imperantes de nuestro planeta, al parecer más desesperada de lo que era hace sólo un instante.
No hemos tenido nada como esto, del modo que lo advertí de manera repetida desde la campaña de las primarias presidenciales de 2000 en EUA. No ha habido nada comparable a esto en la historia de la civilización europea desde que el desplome de la Casa de Bardi estalló en una “nueva era de tinieblas” que afectó a toda la Europa medieval del siglo 14. Avanza como una tragedia planetaria. Como advertí en repetidas ocasiones desde entonces, lo que viene avanzando es una crisis de desintegración general del al presente perdido sistema monetario-financiero de cada rincón de este planeta.
Uno siente el momento que se acerca, como ese silencio que escucharon aquellos en los botes salvavidas o los que nadaban en las gélidas aguas del océano Atlántico en el instante en el que el S.S. Titanic desapareció bajo las olas.
Así que, desde el 25 de julio de 2007, casi tan pronto como círculos gubernamentales prestantes de cualquier nación de las Américas, Asia y otras partes pretendieron negar la posibilidad de una condición contra la que advertí, precisamente esa clase de señal de una crisis de desintegración general planetaria inminente hizo erupción. En esencia, no sólo los acontecimientos alrededor del mundo procedieron conforme a la pauta que detallé en esa videoconferencia, sino que cada uno de ellos al parecer estalló momentos después de declaraciones categóricas recientes en contrario hechas por gobiernos importantes del mundo y otros, negando que acontecimientos tales como los que había pronosticado fuesen posibles.
Los caprichos, de Francisco Goya (1799).
De manera que ahora, en la venidera toma de protesta de una nueva presidencia estadounidense el 20 de enero, la crisis acelera, arreciando cual tormenta terrible. No obstante, por un momento hay una quietud pasmosa, mientras este legendario Titanic se hunde en las profundidades, donde descansará bajo toda el agua del mundo.
Sin embargo, irónicamente, al mismo tiempo, aun hoy, aun después de la clara acumulación de pruebas sobre la precisión de mi advertencia del 25 de julio de 2007, hay voces de opinión que a menudo responden con una curiosa suerte de empeño por aferrarse a la negación. En momentos en que el virtual Titanic moderno ya se hunde. Aun así, por absurdo que sea, la gran prensa y círculos de gobierno pretenden, de nuevo, negar lo que sucede, tranquilizándose unos a otros diciendo que yo no soy un egresado titulado del departamento de Economía de prácticamente ninguna universidad.
Con orgullo puedo confirmar su opinión de que me niego a asociarme con nada demostrablemente tan ridículo como lo que pasa por calificación académica en Economía entre los académicos hoy en uso. Entre tanto, ellos, al escuchar su propia voz sobre el tema, parecen estar cada vez más asustados, esta vez, al escuchar la reverberación de su pretendida negación, que cuando la profirieron más o menos un instante antes.
De pronto, en estos momentos, las amenazas de mis supuestos críticos en mi contra parecen más trágicamente ridículas que ominosas. Éste es un momento de advenimiento en mi mundo, no uno de triunfo, sino uno como el que vivió un Noé que flotaba en un océano vasto y silencioso. De modo que la ominosa tragedia global venidera ha sobrecogido ahora al mundo; para aquellos dispuestos a escuchar y a actuar de conformidad.
Yo no soy ningún hechicero. Mi historial repetido y singularmente excepcional de éxitos como pronosticador de largo plazo no entraña ningún milagro sobrenatural. Sólo es ciencia. Como ya había puesto de relieve durante los primeros cuatro meses de 1971, lo que venía enseñándose como economía en la mayoría de las universidades conocidas, incluso entonces, no era más que producto del creciente nivel de incompetencia en lo que con frecuencia se ha enseñado como economía en las universidades de prestigio, desde que Harry S. Truman tomó posesión como presidente.
Retrocede al verdadero tiempo y lugar de partida de la tragedia que ahora se desenvuelve.


Mi experiencia
La tragedia comenzó en el momento en el que la opción derechista de Wall Street para vicepresidente, Harry S. Truman, aprovechó la oportunidad de la muerte del presidente Franklin Delano Roosevelt para sabotear las intenciones hamiltonianas que éste tenía para la posguerra. Lo que Truman introduciría, en vez del Sistema Americano de economía política del secretario Alexander Hamilton, es la incompetencia intrínseca del economista —por un tiempo pro nazi— John Maynard Keynes.
1 Hasta la fecha, los muy difundidos métodos de pronóstico estadístico hoy en boga son los peores a este respecto. Siga leyendo este artículo en: http://espanol.larouchepac.com/news/2009/02/20/por-qu-los-acad-micos-suelen-errar-en-econom.html

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